El avión es, en cierto modo, protagonista del exterior, dueño de las pistas y las plataformas en las que despliega su majestuosidad.
El interior, por otro lado, pertenece al pasajero, a la tripulación, a los colaboradores de las líneas aéreas, al familiar que recibe o despide, a todos los que prestan sus servicios para que cada vuelo sea un éxito y los pasajeros y sus pertenencias fluyan a través de los diversos ambientes.
Un viaje en avión no es, muchas veces, el simple traslado de un punto a otro. Puede ser una ilusión, un sueño cumplido, el anhelo de un reencuentro, la tristeza de un adiós, la alegría de unas vacaciones, el camino hacia una nueva vida estudiantil o laboral.
El diseño, por tanto, debe configurar los espacios para que todas estas experiencias tengan cabida bajo el mismo techo, para diversas edades, para los gustos más disímiles y que los espacios sean, a la vez, funcionales y eficientes.